Este Hobbes si que supo buscarse enemigos, eso sí, poderosos únicamente de boquilla: La Iglesia de Inglaterra y la Universidad de Oxford. Hasta muerto jodió a unos y a otros: era considerado ateo y sus obras se quemaron en vida y volvieron a quemarlas cuando palmó; por si acaso se les había escapado algo.
El caso es que se les debió escapar, porque hasta nosotros llegó su gran obra: Leviatán (frases para impresionar...aquí), un manual sobre la naturaleza humana y como se organiza la sociedad. Y como la organización de la sociedad era una asunto espinosillo que podía acabar con tu cuello partido, tu cuerpo balanceándose en una horca y empalmado para escarnio del pueblo…optó por el camino más seguro: ni blanco, ni negro…buscó el tono de gris más adecuado para vivir hasta los 91 años.
En el rincón blanco del cuadrilátero social, tenemos a los Monárquicos (aplausos y pitos entre ambas aficiones), que defendían (no podía ser de otra forma) que la autoridad del rey emana de Dios. Dios no se pronunció nunca respecto a ello…ni respecto a nada.
En el lado opuesto…los Parlamentarios (mas pitos y aplausos), que bueno, aceptaban la autoridad del rey, pero esta no venía del Gran Jefe si no del pueblo…pueblo que bastante tenía con comer una vez por semana, es decir…le importaba una higa de donde venía la autoridad del rey.
Nuestro Hobbes, que entre sus intenciones, como queda dicho, estaban las de comer y durar…pues se coloca entre ambos y viene a contarles la milonga de que, vale, la soberanía está en el Rey pero su poder no proviene de Dios. Con un par.
Thomas también era de los que observaba la sociedad y teorizaba sobre cómo fueron los primeros tiempos de la humanidad para llegar a un conclusión: cada uno iba a su puta bola y en permanente guerra, hasta que acabaron hasta los mismísimos cataplines de no confiar ni en los suyos y buscaban la protección del más fuerte. ¿Les suena? A mi sí.
Para molar…wikipedia nada más
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