Este Blog, se supone que lo escribe Cátulo…protagonista, para su desgracia, de un libro de próxima aparición, y cuyo título todavía desconozco (aunque barajo “Catulo, la sabandija).
Lo que aquí se vierte son sus particulares ideas, conceptos, críticas y elogios (pocos, eso sí) al mundo que le ha tocado vivir.
Si es la primera vez que entras, te recomiendo que leas el blog desde el principio y pinches en todos y cada uno de los enlaces para pasar un ratillo divertido…pero ya sabes que existe eso que se llama libre albedrío, y como diría mi amigo El Jeringas: Tu mismo.
No busques aquí de que va la trama del libro ni de que deja de ir, solo busca las gilipolleces de Cátulo.
Y dicho esto…haz lo que te salga de la mismisima gana.
Hay que reconocer que tuvo los santos cojones de publicar El Contrato Social en una época donde en Francia gobernaba Luis XVI, un tipo que sufrió desdoblamiento de personalidad unos años después: la cabeza por un lado y el cuerpo por otro.
Y es que hay que tenerlos bien puestos para decirle al Rey que la monarquía no es que sea la forma de gobierno que más ayuda al desarrollo del pueblo, y eso en una época donde por solo decir que no te gusta la empolvada peluca del Rey pueden mandarte de por vida a una oscura celda, llena de gañanes deseosos de agujeros frescos donde meter sus sucias pollitas.
Y es que el agujerito de Rousseau era fresco y culto. Porque el francés este no sólo se limitaba a pasear por el filo de la navaja con afirmaciones poco convenientes para su salud, también era botánico y, al parecer, mientras inhalaba vapores de hierbas raras procedentes de países del Magreb, también se dedicaba a escribir cosuelas. De otra forma no se explica que en su obra Emilio sea capaz de decir, y dejar constancia de ello sin el menor rubor, que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe. Ahí es nada ¿Dónde carajo miraría este hombre para atreverse a decir semejante memez? Lo dicho, las hierbas.
En caso de existir un santo patrón de Hippies y buenrollistas, este debería ser Rousseau. Un santo al que encomendarse mientras los despellejan vivos por haberse entrometido en aldeas hutus o tutsis con los dedos en V y explicando las tiernas teorías de buen francés.
Para saber más, aunque dudo que te apetezca leerlo….wikipedia.
Al Bigotes hay que reconocerle dos cosas: que no deja de llevar razón en bastantes asuntos, y que era un tío bastante pedante.
Quien haya leído sus obras deberá reconocer que es de esos casos que es mejor leer las sinopsis que las argumentaciones, salvo que usted disponga de mucho tiempo libre, una inteligencia superior, pedantería supina, o sencillamente quiera impresionar a tiernas damiselas ignorantes de que lo que usted dice. Las mejores frases del prusiano puede leerlas en la parte de atrás de los sobrecitos de azúcar.
No seré yo quien entre en discusiones bizantinas sobre la ética del Bigotes, su anticristo, su “dios ha muerto”, y sus conversaciones con Zaratustra (su más celebrada, leída y musical obra...buen departamento de marketing). No, a mí solo me interesa el concepto de Superhombre, bastante deteriorado de cómo lo concebía el Federico este a como lo ven ahora en la Marvel.
Me gusta el concepto de Superhombre, quizá sea la forma más acertada de definir la personalidad de quien maneja el poder: crea sus propias normas y somete las cosas a su voluntad, sin arrepentirse y aceptando las consecuencias. Sí señor, con dos cojones, que no se diga luego que uno es un Superhombre pero una miaja.
No dice el bigotes que el poderoso para serlo tenga que renunciar a toda ética que debilita (como dijo el pusilánime de Maquiavelo). No, eso sería una mierda para un Superhombre. El Bigotes dice que el super debe ser capaz de crear su propia moral. En resumidas cuentas: mientras el príncipe que describe Maquiavelo es consciente de que mentir, engañar o matar es de malas personas, el Superhombre lo incluye en su propia naturaleza.
Con la tontería esta del Superhombre, el Fede pensaba que la especie perdería todas sus supersticiones, religiones y ataduras a un pasado poco digno, y que saldría disparada hacia vaya usted a saber qué ideal del carajo.
Está bien creer en esto del hombre como un superhéroe que está por encima del bien y del mal, y ya digo que mola entre ciertos sectores juveniles. Pero el problema viene cuando gente como Hitler y similares empiezan a sentirse Los Elegidos. Eso es bastante más jodido.
Este Hobbes si que supo buscarse enemigos, eso sí, poderosos únicamente de boquilla: La Iglesia de Inglaterra y la Universidad de Oxford. Hasta muerto jodió a unos y a otros: era considerado ateo y sus obras se quemaron en vida y volvieron a quemarlas cuando palmó; por si acaso se les había escapado algo.
El caso es que se les debió escapar, porque hasta nosotros llegó su gran obra: Leviatán (frases para impresionar...aquí), un manual sobre la naturaleza humana y como se organiza la sociedad. Y como la organización de la sociedad era una asunto espinosillo que podía acabar con tu cuello partido, tu cuerpo balanceándose en una horca y empalmado para escarnio del pueblo…optó por el camino más seguro: ni blanco, ni negro…buscó el tono de gris más adecuado para vivir hasta los 91 años.
En el rincón blanco del cuadrilátero social, tenemos a los Monárquicos (aplausos y pitos entre ambas aficiones), que defendían (no podía ser de otra forma) que la autoridad del rey emana de Dios. Dios no se pronunció nunca respecto a ello…ni respecto a nada.
En el lado opuesto…los Parlamentarios (mas pitos y aplausos), que bueno, aceptaban la autoridad del rey, pero esta no venía del Gran Jefe si no del pueblo…pueblo que bastante tenía con comer una vez por semana, es decir…le importaba una higa de donde venía la autoridad del rey.
Nuestro Hobbes, que entre sus intenciones, como queda dicho, estaban las de comer y durar…pues se coloca entre ambos y viene a contarles la milonga de que, vale, la soberanía está en el Rey pero su poder no proviene de Dios. Con un par.
Thomas también era de los que observaba la sociedad y teorizaba sobre cómo fueron los primeros tiempos de la humanidad para llegar a un conclusión: cada uno iba a su puta bola y en permanente guerra, hasta que acabaron hasta los mismísimos cataplines de no confiar ni en los suyos y buscaban la protección del más fuerte. ¿Les suena? A mi sí.
Sin duda Maquiavelo era un autentico pringao, inspirador del estado absolutista y leches pero un pringao.
Pringao y maldito. Pringao porque precisamente él, que sobrepone la Razón de Estado a la ética que debilita almas, toma partido siempre por una causa u otra. Y en el puto Renacimiento, donde tomar partido era tener una pequeña ampolla de veneno presta para verter en una copa de vino, por cualquier enemigo que te crearas en una misión diplomática, rifirrafe político o por una meretriz (llamadas putas en el siglo XXI) que fuera el ojito derecho de algún conde, duque, príncipe o noble de esos tan virtuosos.
No bebió vino envenenado, aunque alguna vez lo deseara, pero sufrió exilio, penalidades y condenas por gilipollas.
Eso sí, era un tío lúcido, gran historiador y analista político, aunque siempre por cuenta ajena.
Y maldito porque alguien le atribuyó la frasecita de que “el fin justifica los medios” que utilizan desde los políticos hasta los entrenadores de futbol. Pobre Nicolás, pasar como un hijo de puta a la historia cuando el tío parecía legal y enamoradizo (un pringao, vamos).
Su obra más conocida y por la que ha pasado a la historia es El Príncipe y, que si quiere aprovechar su tiempo le recomiendo que lea los pasajes más jugosos en internet para encandilar a sus amigos, y se dedique a otra lectura de más provecho (abstenerse de leer nada de Paulo Coehlo, y para evitar catastrofes literarías, o confusiones, aquí enlazo con su bibliografía)